miércoles, 13 de diciembre de 2017

La narración de historias

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El estudio de los cazadores-recolectores, que viven al día y no acumulan excedentes, demuestra que la humanidad puede vivir más o menos como sugiere Keynes. Es sólo que estamos eligiendo no hacerlo. Suzman sugiere que una clave a a esa capacidad perdida o abandonada, reside en el igualitarismo feroz de cazadores-recolectores. Por ejemplo, lo más valioso que un cazador puede hacer es regresar con una gran pieza al poblado. A diferencia de la recolección de plantas, que no es objeto de reparto de acuerdo con reglas predeterminadas",… la carne cazada se distribuye muy cuidadosamente de acuerdo con un protocolo denominado <<insultar a la carne>> que tiene por objeto impedir que el cazador no se venga arriba y empiece a pensar que es mejor que los demás. <<Cuando un joven mata un gran animal>> le dijo un habitante del Kalahari al antropólogo Richard B. Lee, <<puede pensar que eso lo convierte en superior, en un jefe y que los demás estamos para ser sus servidores o sus subordinados… lo que es inaceptable>>.
Los insultos al que ha traído la carne sirven para <<bajarle los humos>> y que se comporte amablemente. Dice Suzman que para estos cazadores-recolectores <<la conjunción del interés propio y el celo con el que se vigilan los comportamientos egoístas dan como resultado una sociedad ferozmente igualitaria donde no se tolera ni el intercambio rentable, ni la jerarquía ni cualquier falta de equidad significativa en el reparto de los bienes materiales.

John Lanchester, The Way We Lived The Case Against Civilization Did our hunter-gatherer ancestors have it better?*


No sabía yo que en la base de muchas canciones cubanas lo que hay son “pregones”, o sea, lo que gritaban por las calles los vendedores ambulantes. El anuncio de su mercancía se tornó en canciones. Contar cuentos, narrar historias es universal en las sociedades humanas. Y muchas de ellas son completamente inventadas. ¿Qué función cumplen en la evolución humana?  Smith y otros han tratado de explicar la omnipresencia de los cuentos sobre la base de cómo contribuyen a facilitar la cooperación en el seno de un grupo humano. Por lo que explican en este resumen de su trabajo y el artículo publicado en Nature Communications,

Los autores explican la narración de historias en términos –diríamos- protojurídicos. Las historias permiten generar conocimiento común sobre las reglas de comportamiento aceptables para los miembros del grupo. Contar historias sirve a la “publicación” de las normas de ese grupo (“retransmitir reglas sociales” dice Smith) lo que reduce los costes de cooperar porque todos saben qué conducta esperar de los demás sin necesidad de comunicación explícita cada vez que se lleva a cabo una tarea colectiva o incluso por parejas una vez que todos conocen el cuento y están de acuerdo en su interpretación. Las historias contadas por el cuenta-cuentos del grupo terminan siendo conocidas por todos y se cuentan una y otra vez especialmente a los más jóvenes. Así se forma un “tesauro” más o menos codificado de conocimientos y, sobre todo, de reglas de conducta que son las reglas del grupo y permiten, también, identificar al grupo frente a otros grupos, lo que explicaría por qué incluyen tantos elementos inventados y mitológicos. Las historias contienen, a menudo, una moraleja que refleja la estructura muy posterior de las normas jurídicas: el supuesto de hecho y la consecuencia jurídica. Se narran unos hechos y se explican las consecuencias del comportamiento debido o indebido de los protagonistas.

Añaden los autores que la narración de historias podría cumplir la función equivalente a la de las religiones organizadas en las sociedades agrícolas que sucedieron a las de los cazadores-recolectores, religiones que aparecen muy tarde en la evolución humana y que se desconocen para estos últimos.

A partir de esta hipótesis, los autores examinan historias de un pueblo de cazadores recolectores en Filipinas – los Agta Aid – de cuyo contenido deducen las reglas sociales de comportamiento de este grupo: la igualdad y la cooperación entre sexos. La historia es la siguiente
“hay una pelea entre el sol (masculino) y la luna (femenina) por ver quién ilumina el cielo. Tras una lucha, en la que la luna demuestra que es tan fuerte como el sol, deciden repartirse el trabajo, uno lo hará durante el día y otra durante la noche”
Otra historia tiene por objeto el trabajo en grupo para conseguir un fin común:
“el mono y sus amigos – otros animales – querían acampar cerca del río. Pero había un gigante que atacaba a cualquiera que osara acercarse al río. Así que decidieron ir al río a pesar del gigante pero tuvieron que establecer turnos de vigilancia durante la noche. Llegó el gigante y le dijo al mono que se lo comería. Pero el mono y sus amigos habían preparado un plan de defensa contra el gigante. El mono logró que el gigante le acompañara a una gruta con la excusa de que en ella había miel de abeja y nidos con huevos. Y el gigante murió en la cueva. El mono dirigía el grupo y el plan. Sus amigos le felicitaron pero le recordaron que, aunque era el animal más inteligente de la selva, era vulnerable y que cualquier día, un águila-come-monos podía llevárselo para siempre”
Según Smith, el 70 por ciento de las historias recogidas en estos pueblos por los antropólogos se referían a la conducta social esperada de sus miembros, esto es, se referían a temas como el reparto de alimentos, el matrimonio, las relaciones familiares, el comportamiento en las partidas de caza, las relaciones con los forasteros etc. “Estas historias incluían también una dimensión moral, es decir, se recompensa a los que cumplen las reglas y se castiga a los que las infringen”. Una historia tremenda cuenta el asesinato de un cazador que pretendió quedarse con el producto de la caza para sí.

Los autores hacen dos predicciones. Si la narración de historias favorece la cooperación en el grupo. Para lo cual preguntaron a los miembros de estos grupos sobre los mejores “cuentacuentos” en su poblado y, mediante una dinámica-juego de grupo que mide el grado de cooperación, comprobaron si había correlación entre el número y la habilidad de los cuentacuentos de un poblado y el grado de cooperación entre sus miembros. “en conjunto, los niveles de cooperación eran más elevados en los poblados en los que había una mayor proporción de cuentacuentos hábiles, lo que es coherente con la idea de que los cuentacuentos coordinan la conducta social y, por ende, promueven la cooperación”

La otra pregunta interesante es la relativa al beneficio que obtienen los cuentacuentos de su labor. Dado que no hay “derechos de propiedad intelectual”, ¿qué es lo que lleva a algunos en el poblado a aprender y mejorar las historias y narrarlas a los demás miembros de la tribu? Que los convierte en socios y compañeros preferibles para interactuar. El premio a los cuentacuentos no es un precio por su trabajo sino una vida social más rica y más apoyo por parte de los demás miembros de la tribu que se traduce en un mayor éxito reproductivo (“en el caso de los Agta, los cuentacuentos de éxito tienen un éxito reproductivo mayor que los que carecen de esa habilidad en una proporción de 0,5 hijos vivos más”).

Cientos de miles de años después, ¿qué tiene de extraño que los humanos sigan fascinados por los cuentos y que se apliquen con entusiasmo a inventar nuevos? Como dice Smith, es probable que la importancia evolutiva sea muy superior a la de, simplemente, ser una “tarta de queso de la evolución” en la frase de Steven Pinker.

En realidad, lo lógico es pensar que la narración de historias – como las canciones con “letra” – sirve, primariamente, a almacenar información y la “composición” de la información en forma de canción o de cuento (con una presentación, un nudo y un desenlace) facilitar recordar la información correspondiente y transmitirla. Con esta función básica, es también lógico que haya contribuido a aumentar la eficacia del lenguaje en todas las funciones sociales que el lenguaje desempeña. Por ejemplo, no sé donde leí que un anciano de un pueblo aborigen australiano salvó a su tribu de la inanición y la muerte por falta de agua porque, gracias a una antigua canción que conservaba en su memoria pudo identificar unas fuentes en las que nunca había estado pero cuya localización se había conservado en la “letra” de una canción.

Las canciones, sin embargo, permiten una complejidad limitada aunque,requieran de cualidades musicales y las más primitivas no tienen mucha “letra” que digamos. Su función social parece ser la de reforzar la coordinación y la sincronización entre los individuos al margen de los efectos psicológicos del baile. Los cuentos permiten mayor complejidad en los contenidos a costa, naturalmente, de requerir ciertas habilidades que están desigualmente repartidas en la población (memoria, imaginación y probablemente mucha inteligencia puesto que nadie inventa nada, todas las nuevas historias son viejas historias reorganizadas ¿No decía Borges que sólo había seis metáforas?). Hay una diferencia entre canciones y cuentos, sin embargo, que debe de ser muy relevante en el desarrollo cognitivo humano. Los cuentos tienen una estructura que se corresponde con la causalidad (lógica y temporal: algo no puede ser causa de algo si no preexiste, las conductas tienen consecuencias, si no haces algo, evitas que ocurra algo…).

La enorme capacidad de los ejemplos – el storytelling – para transmitir conocimientos y pautas de conducta hace plausible atribuir una gran importancia evolutiva en términos culturales a la narración de historias. Recuérdese que algunas teorías recientes sobre la función evolutiva del lenguaje afirman que era la de enseñar. Si el conocimiento se transmite más fácilmente mediante cuentos o historias, nuestra habilidad para inventar y narrar historias debió de coevolucionar con nuestra capacidad de aprendizaje.

De hecho, merecería la pena explorar, en la línea de las conclusiones de los autores, si la narración de historias sirve a la “formalización” y publicación de las reglas protojurídicas en una sociedad. Los autores, según hemos visto, afirman que cumpliría la función que más tarde desarrollarían las religiones en la promoción de la cooperación entre los miembros del grupo. Las religiones son sustitutivas o complementarias de los sistemas jurídicos. La especialidad europea – de origen romano – es la separación entre religión y Derecho como mecanismos de organización de la cooperación. No hace falta extenderse mucho al respecto. Lo que tienen en común Religión y Derecho es que “demuestran” sus ventajas comparativas una vez que la extensión de la agricultura permite el crecimiento de los grupos humanos. Ubi magna Societas, ibi ius, et ibi religio. Si el Derecho y la Religión cumplen funciones sociales semejantes en lo que a la organización y reforzamiento de la coordinación y la cooperación entre los miembros de grupos sociales grandes, ambos han debido tener su origen último en el carácter moral de los seres humanos. Y en los grupos pequeños – los de los cazadores-recolectores – deberíamos encontrar las “instituciones” sociales que cumplían funciones semejantes. La narración de historias tiene todas las papeletas para explicar la “objetivación” de las reglas morales y, con ello y sobre todo, para facilitar su extensión en el grupo; asegurar su cumplimiento y permitir su evolución, o sea, los mimbres para que, cuando los grupos humanos se hacen muy grandes y densos, se genere un sistema jurídico de base religiosa primero y política (jurídica) después.

En relación con la evolución de las reglas, es perfectamente plausible que el mismo esqueleto que sujeta una historia se modifique por cada cuentacuentos para adaptarlo a los cambios en las circunstancias a los que se enfrenta una determinada tribu. El cuentacuentos, se supone, no inventa las historias como el juez no se inventa la ley. Pero al “decir” la historia, innova como el juez lo hace al “decir” el Derecho.

* V., una crítica a estos planteamientos sobre el superior bienestar en las sociedades de cazadores-recolectores en  William Buckner, Romanticizing the Hunter-Gatherer

Daniel Smith, Solving Friction with Fiction: Cooperation, Co-ordination, and the Evolution of Hunter-Gatherer Storytelling, 2017

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